Mensaje
por geca » 20 May 2015, 04:00
FIRENZE IN IL CUORE
Que Jaime y Moto se metan el primer pelotazo del día a las 9 de la mañana en el aeropuerto a riesgo de “hacer un Melendi”, que Quique esté en vilo en el control de seguridad porque uno de sus compañeros de viaje llegue con la hora pegada al culo, o que los aviones de partida de Madrid a Florencia estén plagados de sevillistas,.., son cosas habituales que suceden cuando una expedición de “Sevillismo en Madrid” decide a hacer un desplazamiento.
Segundo viaje europeo de la peña sevillista más importante de Madrid. En el primero, el Real Madrid nos derrotó 2-0 en Cardiff con motivo de la Supercopa de Europa. En éste, contábamos con la ventaja de 3-0 a favor del partido de ida de semifinales de Europa League contra la Fiorentina. No obstante, el carácter agorero, pesimista y supersticioso rozando la brujería se volvió a apoderar de toda la peña cuando los integrantes de la misma eran conscientes que el presidente y vicepresidente estaban a disfrutar de este encuentro de vuelta en la bella Florencia.
Mientras uno arrastraba un currículum en Italia apabullante de dos derrotas por 1-0 (pleno para el Sevilla en tierras transalpinas ante italianos) y un empate a cero (en la final de Europa League), el otro traía a sus espaldas hasta cinco derrotas esta temporada y dos empates en casa ante equipos valencianos que, quien sabe, no nos han costado el cuarto puesto en la clasificación liguera. Con estos datos, la ventaja de 3-0 se antojaba corta. Tanto es así que este halo de sospecha estuvo flotando el ambiente durante dos días donde se mezclaría fútbol con arte, fiesta con cultura.
Entre grados, el VP tuvo una charla enriquecedora con uno de los miembros más activos del Frente Troll en el vuelo de ida. A Señor Moto, botella en mano, no le hizo falta acordarse de los pañales tanto en el aterrizaje como en el despegue de un Vueling que, en su distancia de asientos, no pensaron en su momento en la barriga de Jaime. Eso fue dos horas antes de que Suker y Quique compartieran avión, en esta ocasión Iberia con la expedición de Cuatro a Florencia. María Victoria Albertos a la cabeza. @Mari_Albertos . Como diría el tito Bernardo: “Nada más que ditsir”.
A la llegada a la capital de la Toscana, revisión de la Polizia a algunos de los expedicionarios sevillistas en busca de droga acompañadas de preguntas inquisitorias. Nada nuevo bajo el sol. A nosotros con estas. Estamos entrenados. Nos lo hacen en nuestra propia casa… como para que ahora vengan carabbinieri de medio pelo a tocarnos las narices. Los miembros de SEM tuvimos suerte y no fuimos sobeteados. En éstas, nos juntamos con dos conocidos de Biris Madrid en Alcalá y pagamos a pachas un taxi (entre cuatro salía más barato que la lanzadera) que nos llevaría a la estación de Santa María de Novella, punto de referencia a lo largo y ancho del desplazamiento.
Cuando llegaron Suker y Quique al lugar donde se encontraban Jaime y señor Moto, la papa gorda de estos dos últimos empezaba a ser considerable. Eran las tres de la tarde y no se había comido todavía. Menos mal que nos sugirieron que en Italia se zampa sobre las 13:00 horas de la tarde. Pasamos por el hostal para conocerlo, para sortearnos la cama y para decorar la habitación como Dios manda. La ducha fue obligatoria para los que daban positivo. Poco después, nos encaminamos hacia un restaurante recomendado, y que además estaba cercano. En el trayecto hacia ese punto, a ritmo de Morettis comprobamos que estaba cerrado. Eran más de las 16:00 horas y nos adobamos en el primero que vimos.
35 pavos en un Montecalcino (sin premio). No sería el primer atraco de viaje, ni mucho menos. Había que probar el vino toscano, y a fe que lo hicimos. Comimos como señores sin el cómo. Brindando por todo lo brindable. Sin piedad. Como si no hubiera mañana. Dimos nuestros pronósticos para el día siguiente que evidentemente no acertaríamos. Nuestro primer contacto con el wifi nos daría la primera ronda por el WhatsApp para que, entre otras cosas, nuestros compañeros peñistas se muriesen de envidia.
La ruta por el Cinquecento.
Quique lo tenía claro. Quería ruta turística. Suker aprobaba. Jaime también pero no estaba en condiciones. Y señor Moto creía que iba a beber de forma eterna, de noche y de día. En definitiva, nos restaba unas tres horas y media por delante para recorrer la capital de los Medici, la ciudad donde el Renacimiento floreció y en el que Miguel Ángel, Brunelleschi, Ghiberti, entre otros, se sintieron fuertes seis siglos atrás para revolucionar el arte y el mundo y sacarlo del oscurantismo de la Edad Media.
Tres horas y media porque a las 20:45 horas había que estar viendo el Real Madrid – Juventus. El camino fue claro: Santa María de Novella, San Lorenzo, Palacio Medici – Ricardi, Galería de la Academia donde estaba el David de Miguel Ángel, Il Duomo con la Catedral, la Cúpula octogonal, il Campanille de Ghiotto y el Baptisterio de San Giovanni con las Puertas del Paraíso de Ghiberti, la Plaza de la Señoría con el Palazzo Vecchio, la Galería de los Oficios, el río Arno con el Puente Vecchio para volver de nuevo a la Plaza de la República pasando por pasarle la moneda al hocico del Porcellino.
En este recorrido recogimos a nuestro amigo austríaco Aswe, que venía de pegarse ocho horas en tren desde Salzsburgo. También pudimos patentar cómo Señor Moto duró 10 minutos viendo las pelotas de la obra magna de Michelangelo para luego irse a dormir la siesta para estar fresco para la noche. Aparte, comprobamos como los caricaturistas de la Galleria de los Uffizzi no tenían la misma destreza con el “pincel” que los autores de los cuadros que había dentro. Sin olvidarnos que Jaime no sabía cómo se llamaban las Tortuga Ninja, aparte de jurar y perjurar, una vez que se le pasó el pedo inicial, que él no había venido a Florencia a salir, que él a las 8:45 horas estaba haciendo cola
En definitiva, fue un Irish donde vimos la vuelta de las semifinales de la Champions League. Críticas a la Becks aparte, el local se dividía entre juventinos y anti juventinos (florentinos), la vuelta de las semifinales de la Champions League. Para el final del encuentro, Señor Moto se añadiría para cenar en un lugar en el que por más que pedías no te llenaba el estómago. Para cuando vino nuestro amigo maño, el marcador ya señalaba 1-1. Es decir, no había visto el tanto de su putita portuguesa (una lástima); pero sí celebró con todos nosotros la eliminación blanca y, por ende, el adiós al Clásico en una final de Copa de Europa. Una pesadilla de la que nos hemos librado el aficionado al fútbol de bien.
La notte.
Mientras nos descojonábamos del saque de banda de Iker Casillas en el interior del local, en el exterior, ultras de la Fiore la tomaron con los juventinos que estaban pletóricos por la clasificación bianconera. Algo que nos advertía que los tifosi viola nos estaban allí por casualidad, lo que nos hizo tomar precauciones. Tras el partido nos dividimos. Suker, Moto y Aswe buscarían lugares para salir, en concreto fiestas orgasmus de universitarias. Jaime y Quique regresaron al estudio a pata.
Cuando llegaron los segundos a “Gemini”, el Vicepresidente estaba tan reventado que desistió en salir. Aparte de estar dudando en cumplir su promesa cultural, la caminata le dejó sin oxígeno, aunque lo que verdaderamente le reventó fue que al intentar abrir el portal, la llave se le quedó dentro. Cojonudo. En la **** calle y sin poder entrar. Nos acojonamos por breves instantes, pero afortunadamente los responsables de las habitaciones aparecieron pronto cuando llamamos al teléfono de emergencia. Eso sí, la persona que bajó a atendernos, se mosqueó de tal manera que tuvo un pequeño enfrentamiento con nosotros. Cuando al fin logramos que el casero nos dejase en paz, Jaime estaba tan quemado que se quedó en la cama; Quique se duchó, se vistió y se pegó otra paliza a pie en busca de sus colegas de aventura.
Los primeros, mientras tanto, habían acudido a Santa Croce para moverse entre bambalinas y poder buscar un lugar donde poder pasar la noche de farra. Sentados en las escalinatas de la Iglesia vieron como varias personas con “pintas sospechosas” iban y venían, y se paseaban delante de sus narices. Hasta que uno de ellos se les acercó preguntando si eran españoles, al responder afirmativamente, nos invitó a marcharnos con un sutil “Vai”. Y vai, ya ves que vai. Escaldados se refugiaron en un garito cervecero detrás del Palazzo Vecchio para esperar la llegada de Quique, que venía con los gemelos con agujetas. Posteriormente, nos enteraríamos por terceros de la que se formó en Florencia con hinchas polacos de por medio.
Suker no tardó en retirarse. Afortunadamente para él, no dormiría con Jaime, su barriga y su máquina puesto que descubrió de modo fortuito que el sofá era un sofá cama y que por tanto podía dormir solo. Por su lado, Aswe, Señor Moto y Quique buscaron lugares que debían de estar abiertos. Era la zona del Palazzo Strozzi y el miércoles hizo estragos. Había poco, por no decir nada. Seguimos merodeando y obtuvimos nuestra recompensa. Por el sentido del oído escuchamos el sonido del cristal de las copas y jaleo, mucho jaleo. Tanto jaleo que hallamos discotecón. Y lleno de mujeres por todas partes. Entramos, consumimos en forma de atraco… Y Omertá.
14 de mayo, día del pase a la final.
El jueves día 14 amaneció con el propósito de Jaime de que todos fuéramos al mismo sitio y permaneciéramos juntos. Se notaba que era su primer desplazamiento en grupo en Europa. Su idea era algo más que una utopía. Está más que demostrado que si quieres hacer o ir a algún sitio, hazlo por tu cuenta. Si a alguien le interesa te acompañará, si no olvídate.
Lógicamente no estuvo a las 8:45 horas haciendo cola en ningún sitio. Pero sí le pareció bien acompañar a Quique a la Plaza Michelangelo para ver toda la ciudad desde el cielo. Eran las 12 de la mañana, y Moto y Suker estaban muertos y decidieron hacer la guerra por su cuenta. Por su parte, Aswe cogería el autobús que conduciría al Press y al VP al otro lado del río (no, no era Triana). Tras un pequeño voltio por toda la ciudad y tras volvernos locos para comprar billetes y pagar religiosamente, nos plantamos en el punto más alto de Florencia para contemplarla.
Un Ferrari nos dio la bienvenida y los Souvenirs la despedida. Bajamos andando en un paseo muy recomendable y enlazamos por la rivera del río Arno con nuestros acompañantes de viaje en el Puente Vecchio. Suker y Moto habían ido a las 13:00 horas a Santa Croce de nuevo, pero allí no había ninguna Kedada sevillista como se había anunciado. Es verdad que la capital toscana se llenó de colores rojo y blanco pero cada cual estaba en un lugar diferente, por lo que de momento “no se liaba”.
Por lo que decidimos comer. Y comimos típica comida italiana barata…. Y bebida típica cara (8 euros la Peroni). La cara de ********** cuando pedimos el “conto” fue escalofriante. Las de Peroni que cayeron… En fin, antes del estacazo el clima en la comida era de pesimismo absoluto. Dábamos por hecha la remontada y nos alimentamos e ingerimos como si aquello fuese La Última Cena antes del desastre uefero. Y eso que los amigos florentinos con los que nos cruzábamos nos decían que iban a ganar pero no a pasar la eliminatoria. Algunos de ellos nos advirtieron incluso que no anduviéramos con ropa sevillista porque “los chicos están un poco enfadados” por el trato recibido en Sevilla.
Nos llegaron información que se estaba montando en Santa María Novella. Nos pusimos nerviosos. A golpe de cántico y tras un breve paso por el hostal de Aswe donde a Quique se le olvidó la cámara, nos dirigimos hacia la Iglesia más cercana a la estación. Moto y Suker fueron adelantando la expedición comprando el lote de turno. Sin embargo, en Santa María de Novella no había nada organizado. Sin embargo, nos encontramos a otro grupo con las mismas ganas de previa que nosotros. Es decir, en el lateral del claustro de una de las iglesias más emblemáticas del Renacimiento, “Sevillismo en Madrid” junto a otros chavales de Nervión formamos lo que, en su día, fueron la Colina de Gelsenkirchen, la Plaza Markt, Saint George Square, la Malvarrosa o los Giardini Reale de Turín.
El partido
De 10 pasamos a 100 en apenas media hora. Se debió correr la voz. El hashtag debió algo parecido a #hemosvistoasevillistasconhielo. Infalible. Y así fue. La “Gelaterías” se portaron. Empezamos a beber, volcar, cantar, éramos un atractivo turístico más de los viandantes de otros lugares que pasaban por esa zona. Los dos pequeños grupitos se convirtieron en una fila alargada que iba de la estación a la plaza de Santa María Novella. La bandera de “Sevillismo en Madrid” presidía de tal forma la reunión que se llevó mucho de los flashes. La gente, como no podía ser de otra forma, empezó a desvariar y la Polizia no tardó en aparecer. A las 18:00 horas nos llevaban al Artemio Franchi.
Para entonces, cada uno de los cuatro miembros de la peña capitalina estaba cada uno a su bola hablando con sevillistas de otro índole. El cordón fue mínimo porque las lanzaderas no esperaba en la puerta de la Stazione. En la espera de los autobuses nos dio tiempo a tener lazos de amistad con la peña “Sí o sí”, a ligar con rubias, a hablar con miembros del club que se hallaban presentes y que nos adelantaron que para el año que viene habrá catálogo de pancartas para que no haya problemas, y a invitar a hinchas del Lecce que se interesaron en vivir nuestro ambiente en las lanzaderas.
El momento lanzadera es máximo. Unos prefieren el cortejo y otros prefieren aporrear autobuses. Cualquiera de las dos formas es legítimamente sevillista. Montarte en transporte público, estar apiñados rezumando alcohol y sudor no tiene precio si tenemos en cuenta que te pasas todo el trayecto botando, cantando, animando y sacando la cabeza por la ventana increpando. Todo nuestro repertorio de canciones sale a relucir en un subidón sin parangón. Una sensación indescriptible que es inútil relatar con palabras.
Hasta cuatro lanzaderas nos transportó al estadio de la Fiorentina donde altamente acordonados nos llevaron a un Parking donde nos esperaban el resto de aficionados desplazados. En “Sevillismo en Madrid” reconocimos la presencia de muchas personas con los que alguna vez has compartido alguna aventura con el Sevilla de por medio. El Presidente de la peña tiene la teoría de que siempre viajamos los mismos y nos vemos los mismos. Unos más, otros menos. En cualquier caso, mientras Biris solucionaba problemillas particulares con la Polizia, el grueso de aficionados se disponían a entrar al estadio. Momento clave para nosotros.
Habíamos cargado todo el día con una mochila de tres kilos para este instante. Una pancarta de cuatro metros claramente prohibida debía estar en la grada del Sevilla sea como fuere. Jaime sería el encargado de meterla para adentro. Los representantes del club que nos habíamos encontrado anteriormente nos dijeron que les avisásemos. Desde fuera Suker y Quique avistaron al personaje del club en cuestión a lo lejos. A grito pelado, le llamaron y, mientras Jaime extendía la pancarta a instancia de la Polizia, un hombre con corbata se les acercó, habló con la seguridad, repasaron la pancarta de arriba abajo y dieron el ok. Conseguido.
Suker y Quique tuvieron que salirse del triple cordón para dar la vuelta a dos manzanas y entrar por el lugar que les pertenecía. La puerta cero. No eran acreditaciones de favor, eran de prensa. Con vestimenta sevillista se mezclaron entre la muchedumbre viola. No hubo problemas. Fotos en la portada del Artemio Franchi, bufanda del partido y después de buscar por todas las puertas posibles accedimos al estadio dando fe de la desastrosa organización “journalistica” de la Fiorentina.
Intentaron por todos los medios acceder a la zona Ospiti. Era imposible. Por más que hablasen con responsables de los Stewards amarillos y Stewards naranja. Era una quimera. La puerta de los cristales estaban soldados, y otros accesos estaban completamente vedados. Suker (que recibió la acreditación con otro nombre) y Quique se fueron a su lugar correspondiente peleándose con incompetentes de un gremio cuya devaluación parece ser internacional.
Mientras reinaba la locura abajo. También lo hacía arriba. Pero de otro tipo. Jaime y Aswe lograron colgar la pancarta en un lateral al no poder ponerse en el frontal. Hubo discrepancias porque “Sevillismo en Madrid”, presente en todo momento, no se vio. Solo lo haría días después en portales más bizarros. En cualquier caso, estuvimos, claro que estuvimos. Y lo disfrutamos a lo grande. Como si fuera la primera vez que ves al Sevilla ganar fuera de casa en Europa. Para Jaime y Moto así era. Para Suker, flipando con su nueva ubicación en Preferencia, también. Para Quique en Italia tuvo que frotarse los ojos cuando Carlos Bacca marcó el primero a los 20 minutos. Una década después, el Presidente había visto un gol en Italia.
La eliminatoria quedó totalmente sentenciada y los fantasmas se fueron a la venta del nabo. La Zona Ospiti fue una **** fiesta. Y si los ultras viola apretaron al principio, desaparecieron tras el gol. Los cánticos vinieron desde las gargantas más profundas de Nervión. Un millar de sevillistas representaron a toda la afición por todo lo alto con el sinfín de canciones que todos conocemos. En ésas, Jaime se cayó rodando y se dio un golpe de consideración que no tuvo mayor consecuencia. Allá por el minuto 50 la gente estaba reventada. Pero ¿qué *******? Que era una jodida semifinal. Coreografías incluidas y a ritmo de cánticos de gol norte, ése tan injustamente maltratado este año, silenciamos a todo un estadio abarrotado para apoyar a un equipo que hace 20 años nos deslumbraba con Batistuta a la cabeza.
El partido terminó con un 0-5 en el global, y lo mejor estaba por llegar. Mientras Suker y Quique se llegaron a colar en la zona de familiares y gente invitada por el club abajo. El primero, en primera línea, enloquecía para saludar a Emery, para conseguir una camiseta, para llamar Carreño a Castaño varias veces, para quedarse empalmado con la señorita Albertos. Arriba, extenuados de tanto cantar, se esperaban a los jugadores. Y los jugadores aparecieron. Se fueron primero donde el pequeño grupo de sevillistas. Ahí Suker, histérico perdido, gritó: “Baccaaaaaaaaa Baccaaaaaaaaaaa la camisetaaaaaaaaaaaaaa”, a lo que el cafetero respondió: “Nooooooooooooooooo”. Risas. Después, el acabose, los futbolistas se dirigieron hacia la zona donde estaban la mayoría de los sevillistas para celebrarlo con ellos, para que MBia tuviese su momento de gloria y para corear todos juntos el himno del Centenario. Muy muy muy grande.
Fin de fiesta.
Como corresponde a estar vigilados, tardamos en salir. Unos por un lado. Otros por otro. A la gente acomodada se los llevaron a Bolonia y nos dejaron a cuatro personas a la espera de un taxi que nunca llegó para sacarnos de ahí. Mientras esperábamos, al otro lado de la reja, los tifosi viola se arremolinaban en torno a los coches que iban saliendo del garaje para “pedir explicaciones”. Uno de los capitanes, Pasqual, tuvo que darlas. En mayor número se agolparon en el coche de Vincenzo Montella que tuvo que abrir todas las ventanillas. Otro de los coches de los jugadores fue golpeado, mientras que a Borja Valero no se lo tocaron, pero sí fue abucheado, silbado e insultado.
Tras insistir varias veces, a Suker y Quique les dejaron juntarse con los desplazados sevillistas que aún se hallaban retenidos. A la salida, Sevillismo en Madrid volvió a unirse. Y lo hizo a lo grande. El momento Lanzadera se repetiría, pero esta vez saliendo del estadio, no entrando. Alucinante. Ni el cansancio podía con nosotros. Más vídeos que pasarán a la posteridad. Entonando el mismo cántico durante media hora (Volver a ser campeón es lo que más quiero…), y con el único propósito de romper las mamparas interiores, nos despedíamos de esta manera de una cita inolvidable.
Quique volvió a por su cámara al hostal de Aswe, mientras que Suker, Señor Moto y Jaime, con un Kebab en el esófago, iban a aprovechar las pocas horas de sueño que les proporcionaría el vuelto de vuelta. En él la señorita Albertos, junto con todo Cuatro, haría las delicias del respetable, donde se hallaba también el hijo de Monchi al que acercamos cuando llegamos a Madrid. Cuando el Press acompañó al hijo adoptado del Osterreich y se tomaron la última, el español le comentó al andaluz, ambos ya veteranos en este tipo de guerra, que lo que más había disfrutado del viaje era haber visto a un compañero (Suker) flipando en una ubicación nueva para él en un estadio con tele para las repeticiones y wifi para el móvil; a un amigo (Moto) llorando como una niña con el primer gol totalmente entregado sin camiseta y con todo el torso descubierto; o a un hombre de 43 años disfrutando de la experiencia como si fuera su hijo Pablo el que estuviera en su piel. El Presi, por su parte, le podrá contar a su preciosa hija de seis meses y a su pedazo de mujer,en las que solo pensó en esos dos días, que por fin vio al Sevilla ganar en Italia. Los tres debutaron en una victoria del Sevilla en Europa, unas semifinales ni más ni menos y por eso siempre llevarán a Firenze in il Cuore.
Saludos desde Madrid.
